miércoles, 19 de agosto de 2015

Edición ciento veinticinco

La decana de las gacetillas de cómics en Colombia, Robot, salía con su edición 125 en junio de 2014. En pleno campeonato mundial de fútbol (el de Brasil 2014) los cómics seguían fluyendo (puede llover, llorar, tronar o caer rayos y Robot siempre saldrá) con colaboraciones de Luto, Truchafrita y una intervención de Scott McCloud. Aquí está la edición en digital:


miércoles, 12 de agosto de 2015

El mayor coleccionista de cómics del mundo

Ser coleccionista es una actividad apasionante, rigurosa, aplastante y angustiosa. Debe haber una especie de neurosis en la persona que convierte en una obsesión el juntar objetos —qué importa de qué tipo sean estos—, y clasificarlos ayudado por la fecha de su fabricación, por quién lo construyó o creó, por el lugar en donde fue hecho o por alguna anécdota relacionada con esas tres variantes.

Wimbledon Green es un sujeto de esos, un coleccionista que ha hecho de su vida una obsesión por poseer los más singulares cómics de la llamada época de oro. Historietas de la década de 1940 en formato de comic-book son su objetivo; recorre infinidad de lugares en busca de las piezas que le son esquivas, sobre todo aquella historieta que se le ha escapado toda su vida y que persigue como quien busca el Santo Grial. Estamos en presencia pues del mayor coleccionista de cómics del mundo, el mismo Wimbledon Green se ha autonombrado así, aunque algunos de sus adversarios en el coleccionismo de historietas no están tan del todo seguros pues, incluso, lo han llegado a acusar de maniobras poco leales, y poco legales, para conseguir ejemplares y colecciones enteras.


Tal personaje merecía una historia larga y tendida. Por eso ha sido el dibujante canadiense Seth (seudónimo de Gregory Gallant, 1962) quien se ha encargado de sacarlo de sus cuadernos de bocetos, en donde fue creado y en donde la historia tomó vuelo, hasta convertirlo en un libro. Wimbledon Green (Ediciones Sinsentido, Madrid, 2011, para la edición en español) es una obra que retrata justamente ese mundo del coleccionismo en cómic, con la ayuda de una muy entretenida historia acerca de este personaje de ficción, sus aventuras y la rivalidad con otros coleccionistas de historietas.


Esta es una obra un poco diferente a las que nos tenía acostumbrado Seth en libros como La vida es buena si no te rindes, y es el inicio de un díptico que se completará con George Sprott 1894-1975. Seth muestra en Wimbledon Green una narración fragmentada en donde el lector pasa de ser espectador de las aventuras de búsqueda y rivalidad con los demás coleccionistas, a sentarse y escuchar la opinión de un librero, de un simple lector de historietas o de uno de sus rivales acerca de la misteriosa vida de Wimbledon Green. Además, el relato sufre cambios de tiempo en los que, muchas veces, retrocedemos para conocer algún detalle clave acerca del mayor coleccionista de cómics. De esta forma vamos desentramando la misteriosa, desparpajada y excéntrica personalidad de Wimbledon Green.
La historieta está construida en un montaje de pequeñas viñetas (en algunos casos hasta veinte por página), en donde el detalle se sacrifica por la acción y el ritmo que lleva la historia. El dibujo también es un poco simple, en parte por el tamaño reducido de las viñetas, y recuerda mucho esas historietas de los años veinte, recopiladas luego en unos protocomic-books por allá en los treinta y cuarenta, que llevaban el nombre de funnies. Todo esto privilegia la historia que Seth quiere contar, todo un asunto de obsesión por las publicaciones de cómic: la rivalidad entre grandes coleccionistas; las huidas, persecuciones y reencuentros desagradables entre enemigos de afición; las anécdotas alrededor de los hallazgos y perdidas; la satisfacción de encontrar un ejemplar que se creía perdido; la búsqueda incansable de ese Santo Grial del cómic y el mayor anhelo por ser el único que tenga la más grande colección de historietas del mundo.

Pero también el montaje, el dibujo y parte de esa narración entrecortada que aplica Seth en Wimbledon Green viene de la influencia del estadounidense Chris Ware, quien durante más de tres décadas ha ido abriendo frontera en los cómics y mostrando otro tipo de estéticas. No en vano Seth inicia su libro así: “dedicado a mi amigo Chris Ware, que sigue mostrándome el camino”.
Wimbledon Green es una obra que surge directamente del cuaderno de dibujo de su autor y quizás por eso es un cómic fresco, suelto y divertido, que recuerda las historietas de antaño y que, al mismo tiempo, está parado estética y narrativamente en nuestros tiempos. Además es una obra sobre un asunto apasionante y que, al mismo tiempo, le ha hecho un daño terrible a las historietas: el coleccionismo.

Álvaro Vélez (truchafrita)